Tradiciones verano Islandia es un relato de Jordi Pujolá, escritor español en Reykjavík.
¿Quieres saber cómo se vive en Islandia?
Para empezar, no te pierdas el gran reportaje del verano.
¿Cuáles son las tradiciones del verano en Islandia?
En primer lugar, no te pierdas el video, empieza con cordero y acaba con ballenas.
El dichoso tiempo en Islandia
En segundo lugar, el verano, hasta el momento, había sido pésimo (2019). Desde mayo, mucha lluvia y viento, incluso exagerado para esta remota isla del Atlántico Norte. Sin embargo, yo ya hacía como en invierno, salía a por la bicicleta sin mirar por la ventana, cogía mi ropa impermeable directamente.
De esta manera, uno de los motivos que hizo tan especial el sábado cuatro de agosto, se celebra Vestmannaeyja Helgi (fin de semana loco), fue por descontado, el tiempo. La primera vez, este año, que salía en manga corta y no me pelaba de frío.
Tradiciones verano Islandia
En tercer lugar, es costumbre en la familia de mi esposa, celebrar el fin de semana más importante del verano (el lunes siguiente siempre es festivo) en una Sumarbústaður (casa de madera en el campo) de Hvalfjörður (el fiordo de las ballenas).
Siempre asamos un cordero entero y es tradición que los hombres nos turnemos a darle vueltas a la manivela durante horas (con una gran reserva de cervezas). En resumen, lo hacemos al estilo Asterix y Obélix.
Por cierto, un poco sobre los vikingos.
Eramos muchos. En el jardín de la casa montamos un castillo inflable para los niños, que correteaban como indios alrededor. Os podéis imaginar el follón.
Tradiciones verano Islandia: Comer, beber, buena compañía y hoguera
Después de una cena completa: el cordero acompañado de patatas, moniatos, ensalada, pimientos asados y salsas de todo tipo.
Los vecinos del fiordo nos reunimos frente a la hoguera y cantamos himnos vikingos con nuestros jerséis lopapeysa, pero no por el frío o el viento, sino por la tradición. Es como ir a una cena de gala y no vestir traje.
El crepitar de las llamas, incluso la estela de humo que se perdía en el cielo, eran relajantes.
El majestuoso fiordo de las ballenas
Una de las características de los fiordos es que las montañas, en ambas riberas, están muy cerca del agua.
El sol se ocultaba, pero todavía faltaba mucho para que oscureciera y hacía calor, sobre todo para mí que estaba fumándome un puro con la máxima dignidad posible (mis hijos rondaban por ahí) delante de la hoguera. Creo que se me quemaron hasta los pelos de la nariz.
El fuego, parece mentira, es adictivo (empiezas tirando unas ramitas y luego ya no puedes parar) y purificador (al día siguiente, todo se había reducido a cenizas).
Las montañas de la otra orilla se recortaban de una forma dramática en el horizonte, con las cimas cinceladas por el hielo y el viento, y algunos topos de nieve.
Fue uno de los atardeceres más bellos que he visto, un momento en la vida que se repite pocas veces, como uno de esos eclipses raros.
Hasta los más insensibles notaron que flotaba algo mágico e inhabitual en el ambiente.
Una mujer mayor sentada al lado mío, sobre una manta, miraba la hoguera con ojos vidriosos, ajena al resto.
Un cuadro del paraíso
El sol daba la última pátina dorada al césped, a las rocas, a los tejados a dos aguas y a la gente. Hasta a los perros se les veía radiantes, parecía que estuviéramos en un lienzo donde todos nos habíamos olvidado de nuestras miserias y preocupaciones.
La parte más atávica de nuestro espíritu se conectaba con el universo.
Asimismo, el agua estaba calma, se dibujaban unas ligeras ondas y había franjas de diferente color debido a las corrientes submarinas, bancos de peces…
Por cierto, algunas veces, aquí se ven focas, son muy curiosas y divertidas.
En resumen, las nubes, estáticas en el cielo, eran pequeñas y alargadas. Cuando se marchó el sol, tenían la parte inferior en llamas, una sensación extraña, como ver platillos volantes o algo así.
Para finalizar, las banderas de Islandia en los mástiles de cada casa, a pesar del poco viento, seguían ondeando…
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Y preguntas Frecuentes Islandia.
Tradiciones verano Islandia es un artículo de Jordi Pujolá.
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